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Sin Novedad En El Frente

14 de Noviembre de 2013 a las 09:55

Por: Anabelle Chacon
 
 
El sin sentido de las guerras sigue hasta ahora inexplicable.  Las guerras las comienzan los gobiernos, las sufren los pueblos y las terminan los políticos.  Ninguna de ellas parece la excepción y mientras más se extienden, más difícil se vuelve recordar el motivo.  Los soldados que las pelean muchas veces no tienen claros las razones, menos aún los civiles que nunca fueron consultados y que solamente sufren las consecuencias. En Latinoamérica la influencia del régimen militar es fuerte.  El sistema educativo tiene una gran influencia de este ingrediente, donde se ejerce un tipo de disciplina militar.  Las formaciones de los estudiantes tienen que ser rígidas, se marca el paso en los desfiles y ceremonias, se promueven las bandas de guerra, se enseñan un amor a la Patria con sentido militar, se cantan himnos que incentívan el odio a los vecinos, se crea un sistema de reconocimiento jerárquico para los mejores alumnos, se guarda una disciplina militar al momento de honrar los símbolos patrios; en fin, un sistema educativo militarizado.  Inconscientemente se venera lo militar porque la historia deLatinoamérica está marcada por botas y fusiles y hemos tratado esto de proyectar como la mejor forma de regir una sociedad; incluso ahora, que tenemos regímenes democráticos aceptamos que actúen como dictaduras, mientras que cuando teníamos dictaduras pedíamos a gritos la democracia.  En fin, Latinoamérica tiene la sombra del sable en su vida que es como la espada de Damocles, que ante a un mínimo descuido acabará con nosotros.
 
 
Pero volviendo al asunto de la guerra, cada 11 de noviembre nos vemos ungidos de un espíritu de reconocimiento y gratitud hacia nuestros soldados.  No es que esto esté mal, sino que la pregunta es “hasta qué punto, está bien?”.  Es que tenemos días para rendir tributo a los médicos que murieron de contagio cuando atendían a sus pacientes, o por el maestro que murió por la defensa de sus estudiantes; o, simplemente de las víctimas que murieron en los conflictos.  No, la respuesta es simplemente no.  Pero cuando muere un soldado, que cumple con su deber, o muere un policía en cumplimiento de su deber, se organizan reverendas paradas militares que honran sus memorias; pero no recuerdo haber visto una parada de este tipo por un médico.  Y es que la sociedad tiene a vanagloriar héroes, porque necesita de ellos.  Necesita saber que hay este tipo de individuos que van más allá de su deber y ofrendan su vida por los demás.  Pero qué hay de la persona normal que da su vida día a día en su trabajo; o, del obrero que queda mutilado en su trabajo; o de las víctimas que sufren los conflictos militares.  Es que estas personas no merecen ser reconocidas porque no visten un uniforme. 
La violencia no tiene sentido y su máxima expresión, al nivel social, es la guerra.  La Primera Guerra Mundial fue una de las más sangrientas, porque se peleaba metro a metro en trincheras, donde morían miles de miles de jóvenes que no sabían por qué estaban peleando.  Existe un libro que describe esta tragedia: “Sin novedad en el frente” (1929) de Eric Remarque  y que cuenta la historia de un joven colegial austríaco, Paul Bäumer, que se alista con sus compañeros para pelear por su país, envestido de un fervor cívico incentivado por un maestro.  En este libro los jóvenes creen que todo es un sueño al inicio porque se sienten poderosos al vestir el uniforme; sin embargo, esta ilusión dura poco hasta cuando son enviados al frente y viven toda clase de experiencias y se refunde en más absoluta miseria humana que se vive en las trincheras.  Aquí, se olvidan los principios humanos básicos de dignidad y solidaridad, ya que cada quien tiene que recurrir a sus peores instintos para sobrevivir. 
 
 
En esta novela, como en todas las tragedias humanas, la generación de los jóvenes se convierte en la “generación sánduche”, ya que por su edad no han vivido lo suficiente para tener recuerdos significativos en su vida, como carrera y familia; ni han vivido lo mínimo para ser considerados niños y vivir sin preocupaciones; así que por su edad, son los primeros que tienen que partir a pelear y cuando la guerra termina, si sobreviven, se encuentra que ya son viejos para empezar una vida y fueron demasiado jóvenes cuando partieron que cuando regresan no tienen una carrera para continuar o una familia que los espere.  Es decir, que se convierten en la “generación perdida”, de ahí que se vuelven desadaptados a la sociedad. Este fenómeno ocurre siempre que hay un desastre en una sociedad ya que después de que pase, los jóvenes ya son adultos y no tienen nada; se encuentran en peor circunstancia de los adultos o los niños que eran cuando se dio, porque los niños son los jóvenes que pueden iniciar una vida y los adultos que se han transformado en los viejos, ya tuvieron una vida.
“Sin novedad en el frente” es una novela de reflexión, su versión en el cine mereció el Oscar a la mejor película en 1930.  Es un libro antibelicista, porque no hay una explicación a la guerra, porque las consecuencias de ellas siempre las pagan la población civil, esa que permanece anónima en los homenajes que hacen año tras año y que nunca recordamos.  Sí, es cierto toda sociedad necesita héroes, pero también es cierto que muchos de ellos permanecen en el anonimato por el simple hecho de no vestir un uniforme.
 

Es cierto que las guerras se ganan en las líneas de batallas y debe ser muy alentador mirar siempre hacia adelante para que se muevan las tropas y se tomen posiciones enemigas.  Ante esto el soldado de vanguardia podrá exclamar que no hay novedad en el frente y que ofensiva continúe, pero que no se pregunte al soldado que va en la última línea, porque éste podrá ver la estela de devastación que todo ejército siempre va dejando a su paso y en este caso habrá que decir que hay mucha novedad en la retaguardia.

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