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MUJICA, EL GRANDE Ejemplo a seguir.

05 de Marzo de 2015 a las 11:04

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Por: Anabelle Chacón Castro

El 1 de marzo José Mujica entregó la presidencia de Uruguay a su compañero Tabaré Vásquez quien, curiosamente, lo antecedió y ahora lo precede; porque Vásquez fue Presidente en el 2005 y ahora nuevamente ha sido electo para el período 2015-2020.

 

Mujica ha concitado la atención mundial por su forma de hacer política. Su estilo franco y sincero, que no tiene nada que ver con ser ofensivo, va acompañado de su honestidad y austeridad. Para muestra basta un botón, Mujica donó el 90% de su salario a los pobres de su país; es decir, que vivía con el 10% del mismo, mientras que otros – al revés - podrían considerar que una rebaja de salarios de los gobernantes en un 10% es representativa para el pueblo que dicen representar. Tampoco llegó a vivir en la residencia presidencial y se limitó a usarla para actos oficiales, incluso vendió la residencia presidencial de verano por considerarla un lujo innecesario. No trabaja los fines de semanas y daba órdenes estrictas de que no se lo moleste porque se dedicaba a su chacra conjuntamente con su esposa, y compañera en todo sentido, Lucía Topolanski.  Decía que solamente le avisen si hay guerra o un desastre natural. Este estilo de vida contrasta con la de otros presidentes que construyen verdaderos bunkers como oficinas o que viven en extravagantes palacetes como si fueran monarcas.

 

Curiosamente, recibió la banda presidencial de su esposa Lucía, que fue electa como la Primera Senadora de la Nación. Con ella ha compartido los mismos ideales y las mismas luchas. Mujica fue un guerrillero y luchó contra las dictaduras militares, por ese motivo estuvo preso en diferentes oportunidades y, en total, fueron quince años de encierro. Finalmente, cuando llegó la amnistía en 1985, Mujica y otros más formalizaron su vida política hasta que en el 2005 con el Frente Amplio y Tabaré como su candidato ganaron la presidencia y el senado. Mujica fue el Ministro de Agricultura de Vásquez. 

 

Ya como Presidente del Uruguay, se ha vuelto un ícono en su estilo de hacer política y su éxito radica en la consistencia de lo dice con lo que hace.  No ha sido menos de una ocasión en que va al hospital público y espera su turno como cualquier ciudadano, porque –según él- lo que es bueno para el pueblo también es bueno para él. 

 

Nunca fue tentado por dinero, aunque un jeque árabe le ofreció un millón de dólares por su Volkswagen 1987, Mujica lo rechazó porque “a un amigo no se lo vende”. Contrariamente ha dicho que “A los que les gusta la plata hay que correrlos de la política, son un peligro”, igual que los que se quieren perpetuar en el poder: “La reelección indefinida es monárquica” con lo cual demuestra que hay que saber completar ciclos y dar paso a otros.

 

Si ha implementado nuevas leyes, jamás lo ha hecho para beneficio personal o para perpetuarse en el poder, sino que ha dado muestras de avanzada en Latinoamérica como el reconocimiento del matrimonio homosexual y la legalización de la marihuana, que son signos de tolerancia.  Jamás ha atentado contra los medios de comunicación, aunque piensa que es necesario regularlos porque pueden ser instrumentos ambiguos que en vez de ser dar libertad, la quiten. Sin embargo, se ha mostrado tolerante a las críticas y ha dicho “Si quieren criticar, que critiquen, para eso están” y no ha necesitado usar interminables cadenas televisivas y radiales para hablar de los logros de su gobierno o intimidar a los ciudadanos que no opinan como él, o tratar de convencer de lo que no es o dar adoctrinamiento político.

 

Se ha declarado abiertamente ateo, aunque dice respetar a la Iglesia Católica; sin embargo, por ser consistente con su ateísmo no asistió a la misa de posesión del Papa Francisco, por respeto al mismo Papa. Tampoco se ha callado su opinión sobre la FIFA y abiertamente ha dicho que “son una manga de hijos de p….”, criterio que fue apoyado por su esposa.  Esto no es de extrañar porque todos sabemos que a la FIFA no la controla nadie y es un ente que sobrepasa fronteras y gobiernos.

 

En fin, hablar de Mujica es como para no terminar. Nos deja un gran legado, no solamente a Uruguay sino al mundo. Ha devuelto la esperanza a gente en el sentido que se puede hacer política en forma honesta y como debería ser: un servicio a la comunidad y no a sí mismo como es el concepto que hoy prevalece en la mayoría de políticos. 

 

Ha sido una época de paz para Uruguay, de estabilidad política. No se ha escuchado que haya la violencia política que está siendo el denominador común en el resto de Latinoamérica. Seguramente que sus detractores dirán que austeridad y franqueza no significan eficiencia; y, posiblemente tendrán razón. Tal vez Mujica deja mucho por hacer, pero se va como los grandes, con el amor de su gente y se despidió en la Plaza de la Independencia, en el mismo lugar donde asumió el poder delante de quienes estuvieron ahí para despedirlo y les dijo: “Querido pueblo, gracias por tus abrazos, por tus críticas, por tu cariño y sobre todo por tu compañerismo, cada una de la veces que me sentí solo en medio de la Presidencia”.  Nunca estarás solo, querido Pepe, siempre estarás en el corazón de todos los latinoamericanos. Gracias a ti, por ser como eres.

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