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HABLAR DE HOCKEY ES HABLAR DE CANADA El Campeonato Juvenil de Hockey

07 de Enero de 2015 a las 10:29

HOCKEY

 

Por: Anabelle Chacón Castro

Nunca había estado cerca de hockey, más que por los cortos que se ven en la televisión. Siempre había tenido la impresión de que es un juego sucio porque no hay una línea establecida entre la jugada y la falta y no es extraño ver que los jugadores se vayan a los puños ante la mira impávida de los jueces. Otro motivo que me ha mantenido alejada de este deporte es el saber que los Maple Leafs son uno de los equipos más caros de Norte América y no alcanzan ninguna posición relevante en el cuadro deportivo. Sin embargo, no se puede desligar la identidad canadiense de este deporte.  Es seguido por multitudes con pasión y esto hace que sea respetable. Pensando en el aforismo “donde fueres haz lo que vieres”, creo que la cultura de cada país hay que vivirla a plenitud. En el caso de Canadá el hockey es parte de su cultura y pensaba que en algún momento debía ir a ver un encuentro de hockey para tener la, tan mentada, experiencia canadiense. Así que asistí a la final del Campeonato Mundial Juvenil de Hockey, Canadá contra Rusia, el lunes 6 de enero. 

 

El ambiente, de lo mejor, ingresar a la arena del Air Canada Center era como ingresar a un estadio de fútbol. La misma emoción, pasión, nerviosismo por parte de la hinchada. Sorprendentemente, la hinchada rusa era casi nula, apenas se lograba ver una que otra bandera soviética en el mar rojo que eran los graderíos. Apenas la gente estaba tomando asiento, después del inicio del partido, gol. En pocos segundos los canadienses se adelantaban en el marcador  con una anotación de Duclair, gracias a un pase de Domi.  A los pocos minutos, gol nuevamente, esta vez de Paul.  Había que ver cómo gritaba ese estadio cada jugada, cómo la ola se la hacía para alentar a los equipos, cómo se aplaudía al ritmo de la música en cada interrupción del partido. Los gritos se volvían unísonos, el  típico “Lets go Canada”, sonaba a cada rato; pero el que más me gustó fue el “This is our home”, porque me sentí –extrañamente- en casa. El tercero y cuarto gol, fueron obras maestras, de Mc David y Domi, este último que consolidó también el quinto gol canadiense. La réplica rusa no se hizo esperar porque hubo momentos en que parecía que los soviéticos iban a empatar y el marcador final fue un apretado 5 a 4, pero lo importante era que Canadá se coronaba campeón.

 

Del hockey apenas sé que son cinco jugadores y un golero, que hay tres tiempos de veinte minutos cada uno, que los jugadores entran y salen sin límites, que las faltas se sancionan con tiempos fuera y que, por supuesto, gana el que más goles marque. El desconocimiento de sus reglas, no impide que se disfrute la belleza del hockey, que radica en la velocidad de las jugadas, la habilidad de los jugadores que no solamente tienen una condición física tremenda sino que tienen un equilibrio que les permite deslizarse sobre el hielo como si nada. El juego fue muy limpio, no hubo peleas, quizás porque los muchachos no tienen que hacer un alarde innecesario de testosterona que desvirtúa al juego. 

 

Al final del encuentro la arena desbordaba de alegría con el grito “This is Canada” y la ovación para Max Domi, hijo del legendario Tie Domi, fue también coreada por el público. Vivir esta experiencia de sentirme en casa, es bonito, saber que se ha consolidado mi identidad con este país también lo es. Claro que esto no significa que me sienta más canadiense que hispana; en ningún momento, pero sí siento que Canadá  también es mi hogar, el sitio donde he luchado, he educado a mis hijos; y eso, ya es bastante. Hablar de hockey es hablar de Canadá, de este maravilloso país que nos abrió las puertas y que debemos llevarlo en nuestros corazones, a lado del de nuestro origen.

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