ARTICULO

EL PODER DEL VOTO Un deber y un derecho

21 de Octubre de 2014 a las 11:23

Anabelle Chacón
Por: Anabelle Chacón Castro
 
La tradición de la democracia nos viene de la Antigua Grecia y el origen de la palabra nos denota su importancia: demos que significa pueblo y cratos que se entiende como poder. Por lo que democracia se puede entender como el gobierno del pueblo. 
 
 
Ahora bien, esta voluntad tiene que ser expresada de alguna forma. Esto hace que la democracia se la conceptualize  en dos formas: directa y representativa. La directa es la que se practicaba en la Antigua Grecia, donde el pueblo se reunía en asamblea y se deliberaban los asuntos a decidirse y se votaba en ese instante. Esta forma tiene muchas limitaciones en la actualidad, debido a la complejidad de sociedades en que vivimos; sin embargo, esta ha encontrado una forma de practicarla en Suiza y se conoce como democracia líquida, donde los ciudadanos pueden participara directamente en la discusión de los temas de gobierno que se discuten en el Parlamento y votar por los mismos o designar al representante a que lo haga, pero implica un alto grado de madurez política de los ciudadanos.
 
 
 
La democracia más practicada es la representativa, o indirecta, donde se eligen representantes que son los que determinan las leyes que rigen a los pueblos. Pero, para la elección de altos dignatarios, es decir para la votación, también existen dos formas de hacerlo que, al igual que la democracia, se llaman directa e indirecta. En el primer caso, las autoridades son elegidas por sufragio directo y, quien alcanza la mayoría, será quien ostente la dignidad determinada. En el caso indirecto, se eligen representantes que sean los que participen en una nueva votación o que representen cierta alícuota del total que permita elegir la autoridad máxima. Este último sistema es el utilizado en Estados Unidos y, de alguna forma en Canadá, donde el Primer Ministro es el líder del bloque mayoritario del Parlamento; y, en el caso de Estados Unidos el Presidente es el candidato del partido que más representantes tenga con las mayores alícuotas de representados.
 
 
Cualquiera que sea la forma en que se aplique la democracia, se requiere de un ingrediente fundamental: el voto, el mismo que puede ser obligatorio o voluntario, de acuerdo con el país, pero que constituye una obligación cívica, más allá que legal. El voto es la forma de expresarnos respecto a los planteamientos que hacen los candidatos. ¿Cómo esperamos que las cosas cambien sino somos capaces de asumir nuestras responsabilidades como ciudadanos? 
 
 
La mayoría de veces, vivimos quejándonos de nuestros gobernantes, pero no somos capaces de cumplir con nuestra mínima parte, que es la de estar informados sobre los asuntos que  nos incumbe en nuestra sociedad, comenzando por lo local. ¿Qué pasa en el barrio, en la ciudad, en el país? ¿Qué partido o candidato representa las aspiraciones que tengo como parte de la sociedad en la que vivo? Si vivimos ajenos a esto, otros serán siempre los que decidan por nosotros. No importa si nuestro candidato o partido gane o pierda, para eso es la democracia; lo importante es participar. 
 
 
Bien dijo John F. Kennedy: “No preguntes lo que el país puede hacer por ti, pregúntate lo que tú puedes hacer por tu país”, frase que está inmortalizada en su tumba en el cementerio de Arlington, desde donde contempla Washington tal cual fue su deseo. 
 
 
Por eso, estas elecciones que se avecinan en Toronto, VOTEMOS, participemos en la fiesta de la democracia que nos invita a elegir alcalde, concejales citadinos y los fiduciarios para los consejos escolares. Pero recuerde que antes de votar hay que informarse, sino el voto no tendría sentido.

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