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ACOSO SEXUAL Tan común que nadie lo menciona

13 de Noviembre de 2014 a las 08:38

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Por: Anabelle Chacón
 
Los escándalos sobre el acoso sexual están a la orden del día en todas las esferas.  Es un tema muy difícil de hablar para las mujeres afectadas y Canadá no ha sido la excepción.  En la actualidad las primeras planas de los periódicos locales dedican al menos una noticia sobre Jian Ghomeshi, el locutor de CBC – Canadian Broadcasting Corportion, con su programa Q.  Abruptamente, la CBC despidió a Ghomeshi por su “vida privada”, básicamente porque habían denuncias de acoso y abuso sexual por parte de mujeres cercanas a él.  Inmediatamente Ghomeshi interpuso una demanda de 55 millones de indemnización, ya que aseguraba que todas sus relaciones sexuales han sido con consentimiento mutuo. Las denuncias pasaron a sumarse una tras otra y lo que parecía la venganza de una de sus ex novias, se convirtió en una serie incontenible de hechos desde su juventud que se sumaron para dejarlo a la vista del público como un patético depredador sexual. Los hechos no se limitaron únicamente a mujeres sino que apareció uno que otro hombre que también fue objeto de sus abusos.
 
 
Las historias sobre el narcisista comportamiento del, ahora caído en desgracia, locutor se remontan a sus años de universitario cuando fue presidente estudiantil en la Universidad de York.  Lo que sorprende es que por qué se esperó tanto para denunciarlo. La respuesta consabida es simple: vergüenza. En una sociedad totalmente androcéntrica, las denuncias sobre acoso y abuso sexual, siempre imputan a la víctima y no al agresor. Lo primero que se piensa es la mujer de alguna forma tiene la culpa de lo ocurrido, por su forma de vestir o actuar, por estar en sitios donde no debía, por haberse insinuado al hombre; en fin, paradigmas creados en el inconsciente de la mujer que la hacen culpable de cualquier hecho. Esto hace que la mujer calle y, por lo tanto, otorgue el comportamiento abusivo del hombre; que va desde un comentario desatinado, un roce o toque de su cuerpo, hasta el acto sexual no consentido pero sí asumido como tal por el hombre.
 
 
Los piropos atrevidos, silbidos, gestos y hasta el contacto físico, son considerados muchas veces como “normales” por la mayoría de los hombres y también de las mujeres; quienes no se atreven a denunciarlos y se limitan a aceptarlos. Pero ahora, parece ser que la mujer ya está tomando la fuerza necesaria para denunciar estos actos y es así que la actriz, Lucy De Courtere, tuvo la valentía de denunciar a Ghomeshi y con ella aparecieron muchas más. Por otro lado, al día siguiente que hubo el atentado en Ottawa, una MP del NDP en el bus que transportaba a los parlamentarios para el evento de solidaridad con el soldado abatido, se atrevió a conversar con el líder liberal, Justin Trudeau, sobre el acoso sexual por parte de otro MP de los liberales y de un caso similar de otra co – ideárea.  Trudeau, en un acto solidario y haciendo gala de su experiencia universitaria como defensor de los derechos de la mujer, inmediatamente separó a sus compañeros de lid de las filas del partido. 
 
 
El coraje de estas mujeres canadienses de realizar estas denuncias y de afrontar todo lo que implica, desde la vergüenza de hacerlo por pudor hasta el dolor de aceptar que sí fueron abusadas, abre las puertas a que realice un debate público sobre el tema y que se eduque a hombres y mujeres en una cultura de respeto total. Estos dos casos, tanto en la CBC como en el Parlamento, solamente demuestra que el problema está latente y que todavía falta mucho por recorrer para que se trate a la mujer con el respeto que se merece, igual que el que se merece el hombre. Se requiere sanciones a los agresores y protección a las víctimas. Pero queda una pregunta flotando en el aire ¿si esto pasa en Canadá, qué pasa y seguirá pasando en nuestros países en cuanto al acoso hacia la mujer?

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