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El concurso de Miss Universo - Cuando se pierde el rumbo

17 de Octubre de 2018 a las 10:50

Anabell ChaconPor Anabelle Chacon

El 17 de diciembre se celebrará en Bangkok, Tailandia, el concurso de Miss Universo.  No tendría nada de diferente y sería otro más, sino fuera por el ingrediente adicional de contar entre sus participantes con dos mujeres transexuales: Miss España, Angela Ponce; y, Miss Mongolia, Belguun Batshuk.

En el 2012, el actual presidente de Estados Unidos y dueño del concurso, Donald Trump, cambio las reglas y lo dejó abierto a la posibilidad de que mujeres transexuales puedan participar.  Hace muchos años, no se permitía ni siquiera que participen mujeres que se hayan sometido a algún tipo de cirugía plástica, pero luego esto ha ido cambiando y ahora hasta se permite cambio de sexo; sin embargo, esta es la primera vez que se da el caso.  Algunos otros concursos de ‘misses’ todavía mantienen el requisito de haber nacido mujer para poder participar.

Angela Ponce nació como Ángel Mario Ponce en 1992 en Pillas, un pueblo cercano a Sevilla; curiosamente sus habitantes son mayoritariamente católicos y de mentalidad conservadora, pero eligieron a un transexual como su representante de belleza que terminó ganando el concurso nacional y se convirtió en Miss España.  Pero la historia de Angela comienza desde cuando era un niño que, a la edad de 14 años, optó por una transformación que no solamente le cambió el sexo, sino la vida.  El proceso duró casi diez años de tratamientos hormonales y todo tipo de cirugías que la convirtieron en mujer.  Desde el 2015, cuando Ángel pasó a ser Angela, se inició como modelo, pero tuvo que enfrentar rechazo de algunas empresas por ser transexual.  

Belguun Batshuk, es una joven de 25 años que fue electa Miss Mongolia luego de haber representado a su país en Miss Internacional Queen 2017, un certamen exclusivo para transexuales. Su transformación se dio tan solo hace un par de años y es muy abierta sobre su pasado como hombre, tanto que ella misma postea en las redes fotografías antes del cambio de sexo.

Hasta aquí, todo luce como muy abierto y moderno porque estamos en tiempos de aceptación tolerancia, se habla de no discriminación, de los derechos de las minorías y todo nos parece bien, ¿pero hasta dónde son los límites? 

En primer lugar, nunca he sido partidaria de los concursos de belleza porque promueven valores superfluos y comercializan el cuerpo de la mujer.  Producto de este mundo surreal, los valores han ido escalando en su tergiversación.  De cuerpos naturalmente bellos, se pasó a cuerpos estilizados a punta de bisturí y rostros llenos de botox.  Por otro lado, se han promovido estereotipos de belleza en donde todas las participantes lucen artificialmente delgadas y responden a un tipo blanco, de pelo castaño, ojos claros y rasgos anglosajones, muy pocas representan a un etnia o raza, solamente cuando tienen que lucir un traje típico se acuerdan de sus raíces. 

Bajo este esquema, la belleza no es, muchas veces, compatible con la inteligencia, basta ponerle un poco de atención a la simplicidad de las preguntas que les hacen y a la vacuidad de las respuestas que dan, para darse cuenta de ello. Es decir, que se promueve belleza, no inteligencia.  Y esa belleza exuberante, erótica, sensual, que puede ser comprada y, por lo tanto, puede ser vendida.

En este escenario artificial, muy difícilmente se puede decir que las representantes de los países ‘representan’ verdaderamente al tipo clásico de mujer de sus pueblos.   Siguiendo esta lógica, da lo mismo que quien vaya a representar un país sea una mujer, nacida mujer, o un hombre que se hizo mujer.  Total, ni una ni otro representa al tipo clásico de la bella mujer de un país, sino que responden a los patrones que el concurso ha ido imponiendo a través del tiempo y a los que hay que seguir ciegamente si se quiere llegar a conseguir la ansiada corona.

 

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