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¿QUIEN ES JAIR BOLSONARO? El regreso de la derecha

30 de Octubre de 2018 a las 16:08

ANABELLE CHACON CASTRO

Jair Messias Bolsonaro es el presidente electo de Brasil, rompiendo la hegemonía del Partido de los Trabajadores que había dominado el poder del gigante portugués desde el 2003 con Lula da Silva, en el 2010 con Dilma Rousseff, en el 2016 con Michel Temer y ahora, derrotando a su candidato Fernando Haddad que alcanzó un 44.9% ante un 55.1% de Bolsonaro, un ultraderechista. Pero ¿quién es este personaje controversial que ha hecho que el péndulo de la historia socialista cambie el sentido hacia la derecha populista?

Bolsonaro no es un improvisado en la política.  Este hijo de inmigrantes italianos es un militar retirado en 1988, tras una tumultuosa carrera.   Con el grado de capitán se retiró del ejército luego de haber enfrentado dos acusaciones de atentados con bombas a instalaciones civiles y militares como actos de protesta por los bajos salarios que reciben los uniformados.  Desde el punto de vista de sus superiores, Bolsonaro siempre fue conflictivo con sus compañeros y subalternos por su comportamiento violento y fue rebelde con el mando superior.  De las acusaciones fue absuelto por tribunales militares y abandonó la institución en forma voluntaria.

Inmediatamente, el mismo año, saltó a la vida política y fue electo concejal de Río de Janeiro, para luego ser electo diputado, cargo que ejercía hasta hace poco, cuando se postuló como candidato presidencial.  Ha militado en varios partidos, pero siempre de derecha.  En su vida personal, se ha casado tres veces.  De su primer matrimonio tiene tres hijos, Carlos concejal de Rio, Flavio diputado estatal; y, Eduardo, diputado federal.  De su segundo matrimonio, tiene otro hijo, Renán; y, con su actual esposa tiene una hija, Laura, calificada por su padre como una “debilidad” porque él sólo procrea varones, una posición totalmente machista.

Tanto las posiciones políticas como personales de Bolsonaro han encendido las pasiones del público que, en su mayoría, rechazan la incontinencia verbal del ex militar.  Uno de los actos publicitados fue en el 2003 cuando participaba en la discusión de un delito de violación y secuestro perpetrado por un adolescente de 16 años, en el que fue acusado por la diputada María do Rosario de promover la violencia, ante lo que Bolsonaro le contestó que él no la violaría a ella “porque no se merece”, lo cual es interpretado como que él piensa que una violación se la realiza a alguien que se lo merece.

Pero las declaraciones de Bolsorano no solamente son misógenas, sino que se mueven en los sentimientos más miserables de las personas como el racismo, la intolerancia, el desprecio y un odio concentrado, como cuando trata de justificar el uso de la tortura para casos de narcotráfico o no tiene empacho de decir que los afrobrasileños ya no sirven ni para reproducirse; o, mostrarse homofóbico cuando afirma que prefiere tener un hijo muerto a un hijo gay.  Es decir, una serie de declaraciones de toda índole, pero que en todas ellas muestra el lado oscuro de una personalidad nefasta para un ciudadano común y corriente, peor aun tratándose de un gobernante.

Pero Bolsonaro no nace y crece, políticamente, por si solo, sino que lo hace cobijado por el cansancio y decepción de la gente del Socialismo del Siglo XXI, del populismo y la corrupción con la que Brasil fue gobernado por Lula y continuado con Dilma y Michel.  El votante brasilero no votó a favor de Bolsonaro, sino en contra de la seudo izquierda que le gobernaba.  Muchos de sus votantes dicen estar conscientes de lo que Bolsonaro representa, pero que al menos el no ha estado envuelto en el robo del erario nacional, saqueado por los gobernantes del Partido de los Trabajadores.

Bolsonaro solamente puede ser comparado con Donald Trump, un tipo que no se preocupa en lo más mínimo de cubrir las apariencias y que dice exactamente lo que piensa, así no sea políticamente correcto.   Quizás ahí radica su mayor virtud y su mayor defecto, en mostrarse tal cual como es, sin ningún disfraz.  El regreso de este giro hacia la ultraderecha se lo debemos a la corrupción del SSXXI y al espejo de Venezuela y Nicaragua, espejo en el que nadie se quiere ver.

 

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